Notas del Subsuelo III
La Muerte Noble del Coronel Teniente Francisco Puig
Y así, como aquella hoja de limpio y bruñido acero toledano, fue la vida
del teniente coronel Francisco Puig, a quien errores y nervosidades que otros
necesitaban disculpar, pusieron en la sien el cañón de su revólver.
Ángel Rivero Méndez
Crónicas de la Guerra Hispano-americana
en Puerto Rico
La
triste retirada
En este
breve relato intento intercalar algunos eventos que sucedieron durante la Guerra
Hispano-americana respectivo al coronel teniente español Francisco Puig. Francisco Puig nació en Madrid el día 19 de enero de 1852. Después de participar en varias
batallas con el ejército español, su última jornada la cumplió en Puerto Rico
durante la Guerra Hispano-Americana.
La biografía y detalles de la vida de Francisco Puig se pueden obtener en libros, tales como Crónicas de la Guerra Hispanoamericana en
Puerto Rico por Ángel Rivero Méndez, y en las redes cibernéticas.
En estos momentos mi narración se limita a momentos finales de su
honrosa y vida militar según y su triste final según narrada por el Capitán
Rivero.
Narra el Capitán Rivero en sus crónicas carta escrita por el teniente
Colorado refiriéndose a la jornada de
retirada bajo el comando del bizarro teniente coronel Francisco Puig: Cuando salimos de la hacienda Franceschi,
recibí órdenes de ir con cuatro guerreros hasta Peñuelas, con objeto de ver si este pueblo estaba ocupado
por el enemigo, y como nada vi, regresé, dando cuenta en mi comisión al Jefe de
la columna, y toda ésta siguió hasta llegar a dicha población, donde se pasó la
noche bastante bien; el día 29, muy temprano, emprendimos la marcha por el
camino de Adjuntas, hacia la famosa y empinada cuesta, llamada Mata de
Plátano. Llovía torrencialmente; hombres
y caballos rodaban por tierra a cada momento; el cansancio, rayano en
desesperación, se apoderaba de los soldados, y por esto, el Teniente Coronel Puig, y para llegar al pueblo de
Adjuntas en la fecha que se le había fijado, sacrificó su impedimenta, incluso
las mochilas de la tropa, que quedaron abandonadas en la cuneta del camino.
Más adelante continua Rivero en su narración: Siempre bajo la lluvia, que nos calaba hasta los huesos, continuamos
hacia arriba, hambrientos los soldados y chorreando agua los uniformes,
llegamos a media cuesta, cuando, súbitamente, sonó una descarga de fusilería,
que no causó bajas.
Luego de su marcha el grupo comandado por Puig continúa hasta la ciudad
de Utuado y luego a la ciudad de Arecibo. El Capitán Rivero narra ese viaje: La columna después de combatir veinticuatro
horas sin descanso ni comida, acababa de cruzar toda la Isla de Sur a Norte, en
plena estación de lluvias, sin bagajes y sin provisiones. El
teniente coronel Puig, durante el camino, iba enviando a sus casas a los pocos
voluntarios que le seguían. Ya muy cerca
de Arecibo…el teniente coronel Ernesto Rodrigo, enemigo personal de Puig, a
quien después de saludar ceremoniosamente, hizo entrega de un telegrama.
El telegrama estaba firmado por el coronel Camó, jefe del Estado Mayor
indicando a Puig que entregase el mando
al teniente coronel Rodrigo. Entre las razones para suspenderlo del mando
estaba varios sucesos ocurridos durante su trayectoria después del combate de
Yauco y sobre todo, que justificara el
abandono de la impedimenta.
Las justificaciones y explicaciones del teniente coronel Puig ante el jefe
del Estado Mayor no rindieron ningún cambio favorable, y por el contrario,
recibió un segundo telegrama que sin duda afectó el ánimo del valiente militar,
pues aludía a su falta de honor como oficial.
El Capitán Rivero narra, con gran pesadumbre y sutileza los últimos
momentos de primer oficial:: Aquella
noche permaneció intacta la cama de primer jefe de Patria y, ya de madrugada,
vistiendo de uniforme y con todas sus armas, salió para la playa, al llegar
allí, desenvainó el sable, clavólo en la arena profundamente, y, al mismo
tiempo que su mano izquierda se apoyaba en la vaina de aceros, se disparó un
tiro de revolver sobre la sien derecha,
cayendo a tierra y doblando al caer la vaina del sable.
Comenzaba la alborada del día 2 de agosto
de 1898 cuando un pescador, que marchaba con sus redes, descubrió el cadáver;
el fresco de la madrugada había velado el cuerpo con un sudario de menudas
gotas de roció; rompía el sol en bello crepúsculo y su primeros rayos
reflejaron en la hoja del sable, clavada cerca del muerto, como fiel centinela
que por toda una última noche veló junto al cuerpo de su señor. Y así, como aquella hoja de
limpio y bruñido acero toledano, fue la vida del teniente coronel Francisco
Puig, a quien errores y nervosidades que otros necesitaban disculpar, pusieron
en la sien el cañón de su revólver.
Por José
L. de Chabert Llompart,
Noviembre 2014
Breve historia sobre el Capitán Rivero
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